Los delatores del virus

Son muchos los ejemplos de solidaridad que se viven estos días de cuarentena. En este ejercicio de empatía a trompicones, todo el mundo empieza a comprender la importancia de esas pequeñas cosas que tanto más importantes son que los presuntos grandes aplausos kilométricos y eternos al personal sanitario como reconocimientos inusuales a las limpiadoras, a los basureros, a las cajeras, a los carteros, a los repartidores de comida.

Es cierto que también hay limpiadores, basureros y cajeros, pero estos términos nos llevan a la confusión. Yo me he acostumbrado desde hace semanas a agradecer en cada supermercado al personal por su encomiable labor. Una labor que, en muchos casos, no recibe una mayor dotación económica, por mucho que las cadenas de supermercados aumenten los precios.

Lo que sube, luego no tiende a bajar. Será por eso que tampoco les suben el sueldo en esta contingencia. Como son personas acostumbradas a la batalla cotidiana, tampoco se quejan, y asumen todo lo que les llega con heroico talante. Aunque siempre hay una gota que colma el vaso.

En diferentes lugares de España se ha iniciado una modesta moda del linchamiento al héroe. Querida vecina enfermera, querida vecina cajera del supermercado de la esquina, te agradecemos tu labor, pero por favor vete a vivir a otra parte; pues tenemos miedo al virus innombrable y eres un peligro público. Suelen colocar estas notas manuscritas en mayúsculas para darle un toque personal pero a prueba de grafólogos no expertos.

Tiran la piedra, esconden la mano, e inician un nuevo capítulo de la Historia universal de la infamia, una historia ésta poco borgiana, más bien cateta y casposa. Como no creo mucho en las delaciones, no voy a proponer que se les linche emocionalmente a los autores, que hagamos trabajo detectivesco para señalar con un índice superlativo (¿Se han  fijado que todos los tiranos tenían y tienen un índice descomunal?) a los autores de semejante afrenta.

Más bien invito a todas las comunidades de vecinos de todos los países con delatores profesionales a que coloquen en la entrada del edificio, bien visible, un cartelito donde ponga: Queridos delatores del virus, en nuestro edificio se encuentra un médico, o una enfermera, o una cajera, o un trabajador de la luz, o una familia con un hijo autista, o un operario de la red eléctrica, o un repartidor de pizzas, o varios de ellos o todos ellos.

Si tú no formas parte de ninguno de estos grupos contaminados te pedimos, para evitar contagios, que no salgas de casa, que te acabes la comida y hagas un ayuno hasta que se termine el confinamiento, o hasta que encuentres la vida eterna, que no salgas al supermercado para no encontrarte con la cajera, que no vayas al hospital aunque te estés muriendo o lo haga tu familia entera, para evitar encuentros en la tercera fase con la vecina del tercero, médica, enfermera o limpiadora. Por favor, con mucho cariño, ¡vete al infierno!

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